martes, 26 de mayo de 2009

CONFUSIÓN ÉPICA



Aquí traigo un texto al cual le tengo mucho cariño. Es su versión original, ya que luego hice algunas correcciones. Ya que cada vez que lo leo le encuentro más errores. Creo que es para leerlo sólo una vez. En fin, aquí va la, en su momento, aplaudida Confusión épica.




Todo pueblo tiene su héroe. Y todo héroe su hazaña. Aquella por la que lo recordarán; porque estuvo en el momento justo, porque no temió y tomo las riendas del asunto por una cuestión de honor.

Y también podemos ubicar un enemigo, la antítesis del héroe; aquel que asusta al pueblo, el déspota que realiza sus planes sin importarle lo que diga el pueblo. Tal vez incomprendido, es por eso que se convierte en el adversario.

Y la incomprensión es parte de esta historia, que lamentablemente tiene un final trágico.

La Rosa era un pueblito muy chiquito que se encontraba a un costado de lo que hoy es la Ruta Nacional 127, entre Sauce de Luna y Conscripto Bernardi, al norte de la provincia de Entre Ríos. Era un pueblo tranquilo, alejado de los ruidos de la ciudad y olvidado por ésta. La gente vivía de lo agrícola.

Para entrar, había que girar por una pequeña circunvalación para evitar choques y eso daba en el camino de tierra que llevaba a La Rosa.
Era el atardecer del 13 de junio de 1965 y Don Simón cabalgaba cerca de la ruta cuando de repente observó algo muy extraño. Sus ojos, temblorosos, apartaron la vista. Pegó la media vuelta y a más no poder volvió a La Rosa.
Se dirigió a la capilla donde estaba el padre Gerónimo. Cuando llegó frente al cura, Don Simón se persignó y desesperado le habló a Gerónimo.
—¡Padre! ¡Ayúdeme! Una víbora gigante esta en la entrada al pueblo. Tiene Los ojos enormes y está quieta, como preparándose para atacar. ¡Es Satanás!

Desesperado, el cura tomó su Biblia y su crucifijo de plata y salió para el lugar donde se encontraba la bestia diabólica; cuando iba saliendo le dijo a Don Simón.


—Busque al Comisario y al Intendente; y de la voz de urgencia al pueblo.

Y se fue.
Don Simón cabalgó por las casas, avisando la presencia diabólica. Primero pasó por la casa del Intendente, pero nadie contestó. Luego se dirigió a la casa del Comisario.

Bien dormido y gruñendo abrió la puerta y la noticia no se hizo esperar. Sorprendido pero sin perder la tranquilidad (porque él era el Comisario) buscó sus pantalones y, pistola en mano, montó su yegua y se alejó, con su panza que se movía de abajo hacia arriba, hasta el lugar del hecho, acompañado por su perro: “el Batuque”.
Ya era de noche y el pueblo, temeroso pero con mucha curiosidad, se encontraba en el lugar.
Boquiabiertos observaban mientras el padre Gerónimo rezaba para que desapareciera la horrible bestia inmóvil.
A todo esto, ya surgían otras hipótesis.
Le preguntaron a la maestra, quien supuso que era un monumento.

—Monumento ¿De qué? ¿Dónde está la placa? – le preguntaron. Ella no supo contestar.
Como era el proceso, hasta que llegara el Comisario no se tocaba nada. Cuando este llegó, hechó un vistazo y frunciendo el ceño dijo:
-¿Naides me puede decir qué es esto?
Silencio. Solamente muy bajito, se escuchaba la oración del cura.


—Que es Satanás.

—Que es una víbora gigante.

—Que es un monumento.

Nadie se ponía de acuerdo.
Toda la noche estuvieron deliberando y a la vigilia de lo que “la cosa esa” (como la llamaban) pudiera hacer.
El Comisario miraba, lo recorría de lejos. Pero pasaban las horas y ni él ni nadie se había animado a tocarlo.

En eso, “El Batuque” Se acercó. Olfateó el objeto y, después de unas vueltas levantó la pata trasera.
Ahí fue cuando el Comisario notó que el objeto no tenía pies, y que su cuerpo seguía y se enterraba en la tierra. Con una sonrisa se dirigió a la gente y dijo.
—Peró mira como El Batuque lo mea. Es un árbol.

La gente cambió la mirada de escepticismo por una de aprobación. Entre ellos había risas. Y El Comisario se acomodó su grueso bigote en señal de caso cerrado. Anotó en su libreta la hora, ya eran las seis de la mañana del 14 de junio, pero aún no amanecía.

—Hermanos, escúchenme. ¿Que no lo ven? Es Satanás que se está preparando para atacar. Oremos todos para que Dios nos ayude – dijo el cura y también habló de una parte de la Biblia en la que se mencionaba a monstruos y demás.

Pero nadie lo escuchaba.
La gente se retiraba satisfecha del lugar. Pero a las 6 y cinco de la mañana algo sucedió; algo que cambiaría el trayecto de la historia.
El árbol "atacó".

El pueblo se ruborizó. Todo se convirtió en desesperación. La gente se alejaba del objeto al grito común de “es la luz mala”.
Era el fin para todos los presentes. Aún no amanecía y era el momento propicio para atacar.
—Yo se los advertí – enfatizó el padre Gerónimo – ahora ya es tarde.

Pero faltaba la entrada del héroe.

Montado en su caballo negro y con hacha en la mano, apareció detrás de la multitud Ceferino Almeyda, el carpintero. Petiso y corpulento, el joven estaba decidido a dar todo por su pueblo amenazado. Con rápidos movimientos saltó del corcel y tomando el hacha con las dos manos, empezó a golpear al monstruo de la luz mala que emitía sonidos de dolor tan fuertes que retumbaban en los oídos de la gente.

Ceferino Almeyda en el trabajo de Fidel Montes, artista de La Rosa. Mural de la Plaza principal.Fue prohibida por el Intendente pero una revuelta del pueblo a favor del héroe logró que la pintura se colocara.

El enemigo se defendía emitiendo sus luces pero nada detenía a nuestro héroe que seguía golpeando y gritando. La batalla fue dura y la gente observaba inmóvil hasta que finalmente Ceferino abrió una herida que hizo que el objeto tambalerara y dejara de emitir luces.

El héroe estaba venciendo.
Pero el enemigo aún seguía en pie.

Ceferino ató una soga al cuerpo malherido de su enemigo y el otro extremo se lo ató a su caballo. Cual David contra Goliat terminó por voltear al demonio.

La gente lanzó un alarido en señal de festejo. Todos se acercaron a Ceferino y lo veneraron. Era el héroe de una batalla épica para el pueblo.

Así, cargando a su soldado, la gente volvió al pueblo para festejar, al grito de “viva Ceferino”.Después de los festejos, nuestro héroe tuvo que marchar.

—Debo ir a la capital porque mi hermano está enfermo.
Y en una triste despedida, Ceferino se alejó campo traviesa en su caballo con destino a Paraná. Al mismo tiempo, por la ruta, el intendente de La Rosa volvía en un Ford T desde la capital. Había ido a ultimar detalles para hacer la inauguración del semáforo del pueblo.
A principios de la década del 60, habían llegado a Entre Ríos los semáforos eléctricos y en la distribución, al pueblo de La Rosa le había tocado uno en la entrada.
El intendente, furioso, le explicó al pueblo.
Pero nada sacaba la magia del momento vivido por el pueblo y esa hazaña se convirtió en leyenda.

El "mostro"

Y todos se preguntarán qué pasó con Ceferino el Grande (como lo empezaron a llamar en La Rosa).

Y aquí está el final trágico.

Ceferino no ganó su siguiente batalla. Y sin darse por vencido, prefirió clavarse su facón antes que rendirse, al encontrarse rodeado por cuatro de sus enemigos, en una esquina de la capital entrerriana.



Otra versión de Ceferino, a cargo de uno de los testigos del hecho













viernes, 22 de mayo de 2009

DOS TEXTOS AL AZAR

Pa empezar, mando dos textos escritos hace un tiempo.



¡QUÉ SUEÑO QUE TENGO!

Cuando tengo sueño, lo estiro por toda mi cama.
A veces, el sueño que tengo es de volar: con las piernas estiradas, saliéndose de las fronteras del colchón: me hace sentir como si flotara, muy cerca del piso.
A veces sueño boca abajo. Aquí los primeros que empiezan a soñar son mis brazos.
Antes que cualquier otra parte del cuerpo, ellos avisan con un cosquilleo que se han dormido. Y sueñan, casi siempre, que son libres; y me desobedecen: van de un lado hacia el otro. Y si quiero prender la luz se niegan porque parecen que no pueden dormir con la luz prendida.
Muchas noches, de tanto sueño que tengo, hablo y hablo sin parar. Y a los que hago parar es a los demás, que llegan a mí y me dicen que pare de soñar.
Pero ¿Por qué? ¿Si tengo sueño? ¿Cómo no voy a soñar?
¿Qué hago entonces con el sueño que tengo? ¿Dejarlo huérfano de cama? ¿Cometer un homicidio con café?
Ese sueño que quiere crecer, y cuanto más crece más me pide un lugar dónde ser. Tal vez cama, tal vez sillón. Tal vez colchón de apuntes, colectivo.
No lo puedo dejar. El sueño que tengo desea ser alguien. Ya no quiere ser la amargura del que no puede dormir, y no puede convencerlo de que el negocio está en cerrar los ojos.
¡Qué sueño que tengo! Es ambicioso.
Anhela ir a Francia, conocer a Silvio Rodriguez, ser millonario, ser Francéscoli, ser héroe, villano, cura, streapper, albañil y actor; todo en una sola noche.
¿Cómo no dejarlo ser? Si el sueño que tengo quiere lo mismo que yo.
Si somos amigos.
Yo tengo sueño. Y qué hacer cuando uno tiene sueño, si no soñar.

Sr. Lini





MONO


Hay un mar que no va.
Hay un sí en tu ser.
Hay un “no” que no es.

Ir sin más.
¿A qué?
A dar lo más vil,
lo más ruin
lo ya tan,
lo “no más”.

A ver lo que no sé,
a dar lo que ya vi.

A ser lo que no soy.

El par que no es par…
Un haz de luz;
dos que lo ven,
tres sin sol en su piel…
Cien de sal en el mar.

Son cien y más.
¡Qué más da!
Si son diez,
si son cien,
Si son mil. (*)

Son vos
Sos Dios
Es él
Sos los mil (*)
Sos yo
Soy yo…

Yo.


Juan.



(*) Licencia no-poética

APERTURA

Hace un tiempo, cuando Internet recién entraba en nuestra vida cotidiana, tuve la ocurrencia de escribir y enviar a algunos contactos un texto con las típicas ideas sin sentido o con los sueños patéticos que tengo. No me pregunten qué fue lo que me motivo a hacerlo... la verdad fue lo primero que se me ocurrió hacer en la computadora.
Lo loco fue que el mail fue respondido, y en un ida y vuelta, entre mensaje y mensaje ese pensamiento – sentimiento amorfo de pronto tomo sentido para mí.
Se convirtió en una práctica muy loca que no era ni esencial ni vana: era lo que uno quería que fuera.
Llegué al punto de ir modificando lo que escribía, se convirtió en un complemento de mi experiencia diaria.
Luego la vida me pegó sus buenos puñetes e hizo, entre muchas otras cosas, que escribir ya no me provocara nada. Incluso leer esos textos tan íntimos me parecía que no eran cosas mías.
Terminé por convencerme que yo era el culpable de todo, pero a la vez no quería hacer nada al respecto.
Hoy en día sigo dándome la ñata contra el suelo (por ahí atrás se escuchan las risas de ciertos suicidios) pero me amigué conmigo mismo. Mis "yo" están en comunión.
Me dí cuenta de muchas cosas, se realmente con quien contar, y esas personas saben que yo se que cuento con ellos/as, y si no lo saben, se los haré saber (pero no vengan a preguntarme como boludos ¿sabés que podés contar conmigo? PORQUE NO LES VOY A CONTESTAR).
Y ahore me dieron ganas de escribir. Boludeces, como siempre (volvisteeeeeeee).
Le estoy dando nuevas formas a mis valores, sumando cosas que antes pasaba por alto.
Ahora me encuentro con una Internet con más opciones que aquélla de la época en la que mandaba mails.
Mandaba esos mails, como una manera de decir "los quiero". En vez de mandar Fowards con frases trilladas, producía algo mío. Una cagada por ende pero mío al fin. Y también pedía que no lo reenviaran, porque en realidad poco me importara que otro, aparte de a quien yo se lo enviaba, lo leyera.
Hoy si bien este blog es público, la idea no es sumar adeptos ni nada de eso. Es una forma más práctica de pasarles mis "los quiero".
Es mi manera de usar esta cosa.
Con internet cada uno hace cosas diferentes: algunos buscan pornografía, otros roban, otros se hacen de "amigos", otros se animan a la infidelidad aprovechando el libertinaje...
Yo escribo boludeces.

¿Qué queda de esto para mí?

Un lugar en donde descargar experiencias, pensamientos, sentimientos. Un lugar donde decir las cosas sin miedos (prometo que lo hare en otros lugares), un lugar en donde ver toda esa rapsodia de elementos escritos que me deja cada día, escritos y así, de alguna manera encontrar alguna linealidad y sentido, o simplemente un lugar donde escribir mis boludeces sin joder (ahora ¿Por qué carajo no me compro un diario íntimo?).
¿Qué queda para ustedes, mis queridos?

NADA JAJAJAJA. Pocas esperanzas tengo de que las líneas que lleguen puedan ser provechosas en algún sentido. A lo sumo un lugar de encuentro para hablar de boludeces.

Pero como dije antes, tómenlo como una manera de decir "los quiero". Y lo bueno es que no les rompo las bolas enviando mails: está bueno porque yo escribo y ya.

Están en toda su libertad no leer, entonces se forma un complicidad, entre quien escribe y el destinatario.

Bueh, con esta improvisada y pedorra explicación de su existencia (que ahora que me doy cuenta no tendría por qué explicar nada) queda inaugurado este blog. De a poco, a medida que le agarre la mano al coso este, mejoraré su estética y demás.

Bienvenidos!! ... Y mil disculpas por el blog (aunque hay cosas peores).

Sr. Lini o Juan... no se sabe.